25/01/2024 Clarín - Nota - Opinión - Pag. 28
Reformas económicas: el costo de las improvisaciones, mitos y prejuicios Eduardo Sguiglia La economía argentina transitó, como sabemos, una década mediocre. Tuvo apenas un leve crecimiento, altas tasas de inflación y de pobreza y una importante caída en el poder de compra de los sueldos y las jubilaciones: 24% promedio entre 2013 y 2023. Cuatro problemas concurrentes que no se resuelven de la noche a la mañana y que urge abordar con decisiones acertadas. El Gobierno nacional impulsó en el inicio de su gestión una serie de iniciativas que abarcan reformas a un sinnúmero de temas. Desde el comercio interior, los impuestos, el turismo, el fomento a las artes y las tarjetas de crédito hasta los derechos de huelga, las indemnizaciones, la reventa de entradas deportivas, las bibliotecas populares, las recetas médicas y la reconversión de empresas públicas. En un accionar que, hasta ahora, parece estar más orientado por razones ideológicas que por las buenas prácticas que sugieren las experiencias internacional y local ante situaciones similares. De hecho, una lectura atenta de los textos que elaboró el Poder Ejecutivo permite inferir que la mayoría de las propuestas están basadas en un puñado de ideas repleto de mitos, improvisaciones y prejuicios. Por ejemplo, a lo largo de los sesenta capítulos se percibe el propósito de reemplazar el orden social y el marco normativo que supuestamente y desde hace más de cien años habría promovido el deterioro de nuestro país. Este ejercicio discursivo no es novedoso. Otras administraciones intentaron construir su propia identidad denostando algunos períodos históricos. Pero en este caso las deficiencias son relevantes: no hay estadísticas confiables, solo especulaciones, que demuestren la existencia de un pasado lejano y memorable para gran parte de las familias y de las actividades que estaban afincadas en los páramos de entonces. Recién con el Censo Económico de 1935 se empezó a relevar datos consistentes sobre el peso de la industria extractiva y manufacturera nacional. Asimismo, las investigaciones de historiadores y sociólogos, sumadas a las crónicas de Jules Huret, Julián Martel y Bialet Massé entre otros, subrayan que el optimismo, la calidad de vida y el poderío de la élite metropolitana contrastaba vivamente con las enormes desigualdades regionales y sociales que se veían en la época. A tal punto que el dicho que se popularizó en la alta sociedad de París Il est riche comme un Argentin, es rico como un argentino, fue modificado en los círculos políticos y académicos de aquella ciudad por Il est riche comme un Argentin riche, es rico como un argentino rico. Tal vez esta mirada del Gobierno sobre los comienzos de las penurias argentinas implica impugnar, por un lado, el progresivo acceso de la clase media y luego de la clase trabajadora a la participación política, el consumo, la educación y los bienes públicos que empezó en aquel tiempo. Y, por el otro, pretenda desconocer el desarrollo tecnológico, la formación de recursos humanos, la movilidad social y la creación de numerosas empresas que se constituyeron a lo largo de estas décadas y han demostrado que están en condiciones de competir con éxito en los mercados internacionales. O, quizá, se trate de un enfoque ultra que, en un brote de realismo mágico, considera que la irregular performance que se verificó en algo más de un siglo se debió a una organización económica de base colectivista donde no hubo derechos de propiedad, trabajo asalariado ni relaciones capitalistas de producción e intercambio. En otro plano, también resulta llamativo el modo displicente y caótico con que el Gobierno pretende introducir un modelo de acumulación conocido como supplyside economics, economía del lado de la oferta, en el que la actividad privada, sin trabas ni intervenciones exógenas, es la fuente principal de la competitividad de las naciones y a posteriori, en un futuro aleatorio, de más y mejores empleos. Porque hasta ahora, y en el marco de un plan de estabilización de shock, solo se corroboraron tres acciones: primero, una aprobación a la suba acelerada de precios y tarifas, sin tomar en cuenta siquiera los grandes aumentos ocurridos en el último año, especialmente en alimentos, prendas de vestir y productos medicinales. Segundo, medidas de ajuste sobre la base de un déficit fiscal que no fue debidamente informado o convalidado. Cuestión sumamente importante para evitar recortes excesivos, especialmente en la política social. Tercero, un programa de desregulaciones y privatizaciones en el que se pasó por alto un orden de importancia, una evaluación previa de los impactos y de las ventajas económicas y sociales que se obtendrían y, sobre todo, la mala praxis desregulatoria y privatizadora local, por caso, en las actividades aéreas, pesqueras, petroleras y de comercio exterior. Además de soslayar el consenso de los gobiernos provinciales y las fallas, monopolios, duopolios y abusos de posición dominante que presentan desde hace tiempo varios mercados de productos, insumos y servicios. Por último, sería conveniente que los altos funcionarios aludan en sus intervenciones a los argentinos y las argentinas. Y admitan, también, que las críticas no implican un síndrome, que no es fácil trocar kilos de novillo por litros de leche, que nadie espera treinta y cinco años sin inmutarse y que los seres humanos suelen reaccionar ante lo que les afecta o les duele. Como la desolación y el desamparo. Menciones: ejescolumna
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